martes, 19 de julio de 2011

CONDENA A MUERTE. Mt 27,15-26.

(Mc 15,6-15; Lc 23,17-23; Jn 18,39-40)

15Por la Fiesta acostumbraba el gobernador a soltar un preso, el que la multitud quisiera. l6Tenía entonces un preso famoso, Jesús Barrabás. Cuando se congregó la gente, 17les preguntó Pilato:
 -¿A quién queréis que os suelte, a Jesús Barrabás o a Jesús a quien llaman el Mesías?
18Porque sabía que se lo habían entregado por envidia.
19Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó recado:
-Deja en paz a ese justo, que esta noche he sufrido mucho en sueños por causa suya.
20 A pesar de todo, los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a las multitudes de que pidieran a Barrabás y muriese Jesús.
21 El gobernador tomó la palabra:
-¿A cuál de los dos queréis que os suelte?
Contestaron ellos:
-A Barrabás.
22Pilato les preguntó: 
-¿Y  qué hago con Jesús, a quien llaman el Mesías?
Contestaron todos:
-¡Que lo crucifiquen!
23Pilato repuso:
-Pero ¿qué ha hecho de malo?
Ellos gritaban más y más.
-¡Que lo crucifiquen!
24Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos cara a la gente, diciendo:
-Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!
25El pueblo entero contestó:
-¡Nosotros y nuestros  hijos respondemos de su sangre! 
26Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.

EXPLICACIÓN.


15-26. Propuesta de Pilato para poner en libertad a Jesús (16-18). Contraste entre los nombres (17). Los dirigentes judíos ven en Jesús un rival (18). Ante la traición de Israel, Dios habla al paganismo (19). Las multitudes que nunca habían dado plena adhesión a Jesús, manipuladas por los dirigentes (cf. 12,43-45); arrastradas por ellos, van a ser cómplices en el asesinato del Mesías (21,39) y van a perder el reinado de Dios (21,43). Se ponen del lado de sus opresores; renuncian a toda esperanza de liberación (20-23). El juez cede a la presión y comete la injusticia. El pueblo asume la responsabilidad de la muerte de Jesús (cf. Lv 20,9; Jos 2,19) (24-26).

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